Daniel Rosado Ávila

 

Anclajes Coreográficos

Un blog reflexivo para abordar la escena coreográfica desde las relaciones existentes entre cuerpo, movimiento, antropología y danza.

La danza me permite nombrar aquello que no soy capaz de nombrar con las palabras.

Siento que sin ella no podría comunicarme con el mundo de una manera integra, habría emociones y sensaciones que no sería capaz de articular. Cuando danzo hablo más allá de la razón. Hay cosas que se mueven en mi que permite conectarme con el ahora de una manera única.
Cuando bailo todo cobra sentido, el espacio de dialogo con el presente, fluye y me siento capaz de cambiar las cosas. Puedo mover aquello que me parece injusto, puedo nombrar aquello que no se dice por miedo, puedo dejar atrás ese rencor que llevo dentro, puedo enviar amor, puedo articular un espacio de reflexión, puedo hacerme preguntas y hacer que mi entorno se las haga.


La danza nombra y como consecuencia la relación que se crea con el entorno traspasa cualquier forma.

La danza tiene tanto poder cuando nombra que nos hemos auto-adoctrinados para solo decir las cosas de una determinada forma. Deberíamos permitirnos nombrar las cosas como la sentimos y si eso es bailándolo todo, esta acción tendría que ser tomada como una celebración.

Nombrando desde la danza el lenguaje se unifica y podemos entendernos más allá de la forma, más allá de la diferencia, más allá de la nacionalidad, más allá de los racismos, machismos y otras cosas. Todos los conflictos sociales se traspasan para volvernos a encontrar en la simpleza, en el afecto, en lo primario, en aquello que estuvo antes de la razón.

Si entendemos la danza como un medio por el cual me expreso. Si entendemos la danza como un dialogo, podríamos entender que al final estamos aquí para contarnos historias. Las historias de siempre, aquellas que ya estaban aquí y que forman parte de todos, todas, todes y el todo. Esas historias que no nos pertenece, que son efímeras, que están intrinsecas en el lenguaje no verbal, que probablemente no hayamos visto, ni escuchado antes pero la sentimos cercana. Esas historias que nos mueven, nos mueven, nos mueven...

Si dejásemos de contar las cosas como la hacemos cuando bailamos probablemente no llegaríamos a entender como percibimos las sensaciones, los vínculos, los afectos, no nos vincularíamos de la forma que lo hacemos y probablemente se perdería el cortejo y la gente dejaría de follar.

Y por esto acabo nombrando la danza, y afirmo que es la poesía del alma que nos recuerda que ante todo somos naturaleza en movimiento constante.